martes, 3 de octubre de 2017

Rompo el silencio con una pregunta...



¿Tiene sentido que un perro se pase el día ladrando, cuando nadie le hace caso y además, molesta a quienes no quieren escuchar sus ladridos? 

No creo que podamos negar que la Iglesia ha cambiado sustancialmente. Lo sagrado, que antes era sustancial, ha sido sustituido por "lo social", buscando un compromiso que permita que cada cual viva y deje vivir. Actualmente vivimos una variedad de nuevas religiones intraeclesiales. Incluso si utilizamos los mismos signos, el entendimiento de ellos cambia radicalmente de un católico a otro. Los sacramentos se han convertido en signos sociales, por lo que dejan de tener las restricciones de acceso que antes existían.

Para la inmensa mayoría de los fieles, los sacramentos son signos de inclusividad social, dentro de una iglesia que aspira a tener las "puertas abiertas" para todos y a todo.  

Muchos prelados y personas encuentran maravilloso el sentido social que se puede deducir de la Encíclica Amoris Laetitia. El sacramento del matrimonio se ha convertido en algo tan relativo y adaptable, que podemos seguir accediendo a todos los sacramentos, aunque se viva de forma contraria a lo que Cristo nos pide. Si protestas por ello, te llaman de todo menos bonito. ¿Razón? Porque rompes la "armonía social inclusiva" con razonamientos incómodos, que no merecen ser considerados.

Miren la imagen que he incluido en este post. Es un ejemplo de arquitectura postmoderna. Yuxtaposición de estilos, formas, funcionalidad y pérdida de un sentido global y sustancial. ¿Tiene sentido protestar delante de un edificio como este? La gente pasa por delante indiferente. Quien quiera vivir en la parte clásica, puede hacerlo. Quien quiere vivir en la parte moderna, no tiene problema alguno. Quien quiere pasar de una a otra, tiene libertad para hacerlo. Quien ignora todo, sigue adelante como si nada.

A la inmensa mayoría de los fieles les da igual el significado de lo sagrado. No va con ellos, porque tienen asuntos más importantes a los que dedicarse. 

Somos pocos los que sentimos que nos han robado nuestra religión, trasformado nuestra fe y nos excluyen si protestamos. Somos como perros que ladran y ladran. Molestamos y en el mejor caso, nos ignorarán. La garganta inflamada nos impedirá seguir ladrando tarde o temprano.

Es evidente que dentro de la Iglesia ya existen una amplia variedad de religiones. Aunque nos reunamos en un mismo sitio con un rito medianamente común, la realidad es que celebramos cosas muy diferentes. Aunque la Liturgia aparente ser la misma, hay muchas formas de entender, celebrar internamente y vivir, los mismos signos. Hace unos días leía un artículo que decía que caminamos hacia una iglesia católica no confesional. Ser católico es aceptar el universo humano de entendimientos de la fe y la ausencia de fe. Dicen que Dios no es católico sin que pase nada.

Se nos olvida que además de católicos, somos apostólicos. Apostólicos porque aceptamos que la catolicidad debe estar referida a la Tradición Apostólica y no a la tolerancia postmoderna imperante.

En la Diócesis de Turín se lleva celebrando una “misa ecuménica” desde hace tiempo. Esta misa va cambiando de templo para que comunidades luteranas, evangélicas, valdenses y católicas, puedan compartir la misma celebración. Como es lógico, desaparece la presencia de Cristo en la consagración. ¿Por qué? Para no causar problemas y permitir que la reunión sea amistosa. Esta misa está apoyada por el obispo turinés y por la Santa Sede, por lo que su celebración no es algo marginal o secundario. ¿Qué es lo importante en esta misa ecuménica? La comunidad que se reúne y convive, para dar gracias a un dios lejano e indiferente. Un dios que cede el protagonismo al ser humano, porque le damos igual. Ya no tiene sentido “amar a Dios sobre todas las cosas”, ya que lo importante es amarnos a nosotros mismos por encima de todo. Incluso encima de Dios. En este contexto, parece innecesario que nos preocupemos por posibles cismas formales, ya que en la iglesia parece que todo cabe. Todo cabe mientras que nadie ponga en duda lo que otros hacen, creen o predican. Entonces se excluye a quien evidencia que el rey está desnudo.


¿Qué consecuencias tiene todo esto?


  • La primera consecuencia es el alejamiento de los fieles. Un alejamiento similar al que se sufre en los entornos luteranos o anglicanos. Como aceptamos que le damos igual a Dios ¿Qué sentido tiene reunirnos en comunidades, cuando al hacerlo, siempre terminamos peleando o ignorándonos con hipócritas caras sonrientes? 
  • Otra consecuencia es la pérdida de sentido de toda evangelización. En el mejor de los casos, cada uno de los entornos y sensibilidades eclesiales, entiende el Evangelio de forma diferente. Para algunos el Evangelio es activismo socio-solidario, para otros es activismo socio-organizacional, para otros es socio-cultural, para otros es diversidad de emotivismos estéticos, para otros es diversidad de herméuticas cognitivas. 
  • Se implanta una eclesialidad basada en dos palabras palabras: liquidez y postmodernidad. Lo único que no se acepta es proclamar que la Verdad es absoluta y que debemos adorarla tal cual se revela al mundo. Además, como dice el Cardenal Marx, no hay posible vuelta atrás. 
  • Exclusión para quien no se adhiera a la nueva religión. Los que se opongan a la liquidez eclesial se van quedando fuera. Fuera en una "teórica" iglesia que se predica como "de puertas abiertas" y "llena de misericordia". Véase lo sucedido con el prestigioso académico Josef Seifert, como ejemplo de la forma de actuar. Formas de actuar que han sido avaladas desde lo más alto de la Iglesia. Recordemos el ejemplo de los clavos. Clavos que "se sacan haciendo presión hacia arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la jubilación".
  • Las dimensión sagrada desaparece. Es innecesaria frente a lo social. Se pueden celebrar banquetes de Basílicas y pasear a dioses hinduistas por nuestros templos, convertir el templo en zona de recreo o en un dormitorio.
La sociedad reclama que la nueva iglesia y la nueva religión sean así. Una iglesia y una religión líquidas, maleables y adaptables a cada uno de nosotros. Si actualmente podemos definirnos a nosotros mismos como lo que queramos. ¿Qué sentido tiene dar un sentido transcendente y sagrado, a espacios arquitectónicos que pueden ser utilizados para socializarnos con regocijo de todos. Bueno, de todos menos de una minoría a la que se desprecia. Una minoría a la que se echa a patadas por ser rigorista, farisea, cara de pepinillo en vinagre, corrupta y hasta indigna de la salvación.

Cabe preguntarnos ¿Qué podemos hacer? La opción de ladrar vale para desahogarnos momentáneamente, pero ladrar de forma continua no nos llevará lejos. Más bien nos desesperará y nos hará desentendernos de la fe que tanto nos duele en nuestro corazón. Corazón que debería ser Templo del Espíritu Santo. Si dejamos que sea lacerado, con tanto dolor terminará por convertirse en un espacio de sufrimiento. No deberíamos dejar que el mundo nos hiera en el corazón, porque estaríamos perdidos. ¿El silencio? Es casi una obligación. Tenemos que buscar en silencio a Dios en nosotros y ser fieles a Cristo. Pensemos en Job y no perdamos de vista su ejemplo. No renegar de Dios, aceptar sus designios y tener la esperanza siempre viva en nuestro interior. ¿Esperanza en el mundo? ¡No! Esperanza en Cristo y en sus promesas. Si no podemos vivir la fe en una comunidad, al menos vivámosla con alegría y en silencio en nuestro corazón. Como el publicano, puede llegar el momento que nos pongamos al fondo de la iglesia, para no molestar y pedir perdón a Dios por nuestros pecados. En la penumbra, sin que nadie repare en nosotros. Dios nos ve aunque nadie más repare en nosotros. La comunidad que nos rechaza, es lo de menos. Dejemos que sigan dándose culto a sí mismos y alabando la dimensión socio-cultural de su humanidad.


miércoles, 21 de junio de 2017

Silencio, es la Palabra...


La evangelización camina en estos momentos por el campo de la gestión de recursos humanos y el marketing de medios y eventos. Como muchas personas piensan, en todo ello se huele el mal olor del humo del maligno. Yo tengo poco que decir ahí, porque no comparto las bases sobre las que se está montando actualmente. Las redes sociales han cambiado mucho en los últimos años, por lo que es necesario replantearse muchas cosas. La misma Iglesia es muy diferente a la que disfrutábamos hasta hace unos 5-6 años. Hoy en día se disfruta echando, marginando y despreciando a los que deberían ser considerados como hermanos en la fe. Los blog han dejado de tener sentido, ya que lo que hoy en día nos seduce son los shows mediáticos y los lideres. Líderes que no dejan de ser multicopias de Flautistas de Hamelin. 

No es lógico seguir actuando en unos espacios sociales donde la actividad es nula y “hagas lo que hagas”, recibes golpes de alguna de las tendencias eclesiales del momento. Como personalmente estoy muy lejos de alinearme con ningún grupo, sesgo o tendencia eclesial, es mejor el silencio que dedicarme a generar ruido mediático. El ruido mediático es cada día más tóxico e insoportable. Los medios toman las noticias eclesiales y las convierten en shows con los que llamar la atención de un mundo cada vez más saturado y descreído. Por desgracia, hoy en día tenemos demasiados líderes dispuestos a golpearnos con saña, mientras repiten el mamtram de moda: "misericordia, misericordia, quién soy yo para juzgar". La Iglesia ya no es un espacio de libertad, porque la Verdad se ha convertido en postverdad interpretable por quienes nos venden remedios humanos al dolor espiritual.

Por todo ello les comento que voy a reducir un poco más mi presencia en las redes a partir de final de este mes de junio. Les comento los pasos que voy a ir dando:

1.- Dejaré de publicar pensamientos de San Agustín en este perfil personal, centrando su publicación en el grupo que tengo para ello: https://www.facebook.com/groups/pensamientosagustinianos/
2.- Reduciré el Nº de contactos en mi perfil de FB poco a poco. Tener cerca de 1500 contactos y muchos seguidores con quienes no intercambio palabra alguna desde hace años, me parece que no es lógico. Me quedaré con las personas con las que he interactuado de forma positiva en los últimos meses. 
3.- Saldré de todos grupos en los que no participo, ya que es innecesario estar donde no se vive realmente. Tampoco aceptaré entrar en grupos de FB por la misma razón.
4.-Mis blogs andan casi sin actividad. Este es uno de ellos. No encuentro temas que compartir sin que generen polémicas, comentarios y ataques de unos u otros. Reflexionaré sobre la conveniencia de cerrarlos o replantear totalmente su actividad. Los blogs ya no tienen capacidad de unión alguna, como sí pasaba hace algunos años. 
5.- Seguiré contestando gustosamente los mensajes privados que me envíen y colaborando en todo aquello que no genere ruido y enfrentamiento mutuo.
 
Les recomiendo que lean el último libro del Card. Sarah: la Fuerza del Silencio y reflexionen sobre el insoportable ruido mediático en el que vivimos sumergidos diariamente. Leamos un breve párrafo de este libro:

En Nazaret Dios estaba junto a Dios constantemente y en silencio. Dios hablaba con Dios en silencio. Cuando los hombres se interrogan sobre ese silencio, penetran en el misterio insondable y silencioso de la Trinidad. La vida pública de Cristo estuvo enraizada y fundamentada en la oración silenciosa de su vida oculta. El silencio de Cristo, Dios presente en un cuerpo humano, está escondido en el silencio de Dios. Su palabra terrenal se halla habitada por la palabra silenciosa de Dios. Toda la vida de Jesús está envuelta en el silencio y el misterio. Si el hombre quiere imitar a Cristo, le basta con observar sus silencios.

Siguiendo la recomendación del Card. Sarah, vivamos el silencio y el recogimiento como oración constante al Señor. Son tiempos en que el silencio es la protesta más fuerte frente a las dictaduras relativistas de dentro y de fuera de la Iglesia.

jueves, 4 de mayo de 2017

¿Cómo es la Iglesia? ¿Diversa, plural o coherente?

La Tradición Apostólica señala que la Iglesia es UNA. No dice nada de que sea diversa y menos que sea plural (iglesias). Los diversos y plurales somos cada uno de nosotros. Cada cual con su carisma, dones y limitaciones. Cristo, por medio de la Iglesia (UNA) nos llama NEGARNOS a nosotros mismos y poner lo que nos diferencia (personas) en beneficio general de la Iglesia. Este es el sentido de la fraternidad a la que nos llama el Señor.

Si entendemos la Iglesia como diversa o plural, andamos hacia la atomización, fragmentación que es fuente de conflicto inmediato en lo inmediato y cisma en lo trascendente. La diversidad que genera grupitos y tendencias, que se separan de las demás, nunca es una riqueza. Hay que releer lo que pasó en la Torre de Babel, y compararlo con los efectos que tuvo el Espíritu Santo en los Apóstoles.

En el caso de la Torre de Babel, las obras-estructuras humanas que se crean para llevar a Dios, dan lugar a la división. Tras la efusión del Espíritu Santo, los diversos (Apóstoles) se integran en la obra de Dios dejando sus proyectos, gustos y preferencias a un lado. La Iglesia no es la de Pablo, Apolo o Pedro, sino la de Cristo. La Iglesia no es un conjunto de grupos que se ven a sí mismo como el Fariseo antes de repudiar al Publicano. Más bien deberíamos ser una multitud de Publicanos, arrodillados juntos, mirando al Señor y pidiendo perdón.

El problema actual es que ya estamos tan fragmentados y doloridos con los continuos enfrentamientos, que nadie quiere dejar su iglesita grupal y/o personal. La realidad es que detrás de todo enfrentamiento hay dolor, mucho dolor. Nos cuesta ver el dolor ajeno, porque ponemos por delante el dolor que sentimos en nosotros. Nos resulta fácil definir como malicia, el dolor ajeno, pero nos resulta imposible ver la malicia en nuestros repudios e indiferencias. Somos humanos construyendo Torres de Babel que quieren llegar a Dios. Estamos destinados al fracaso y no lo queremos ver.

Nos repele eso de "negarse a sí mismo y tomar la cruz", para poder seguir a Cristo. Preferimos reafirmarnos en lo que somos, buscar los similares y apartarnos a vivir la fe (socio-cultural) en el grupo de similares que me rodean. ¿Y los demás? ¿Qué pasa con quienes no están "dentro"? En el mejor caso les ignoramos, en el peor caso, les insultamos y repudiamos por no ser como "nosotros": los "elegidos" o los "seleccionados" para ser ejemplo de los demás.


¿Qué postura debería guiarnos entonces? Dejar de construir estructuras para llegar a Dios y por el contrario, rogar a Dios para que nos integre con aquellos diferentes que tanto nos repelen, en UNA Iglesia verdaderamente Unida. Una Iglesia que deje las formas del mundo a un lado y se dedique a caminar hacia Cristo. Si cada uno de nosotros quiere integrarse en una ONG o en un Partido Político o en una asociación solidaria, que lo haga. No hay problema construir obras humanas para el ser humano. Cada cual hará lo que mejor sabe para ayudar a su prójimo, amándolo como a sí mismo. Pero antes hay que amar a Dios sobre todo y todos. Incluso amarlo por encima de nuestra diversidad personal. El problema es construir obras humanas para llegar a Dios. Ahí donde aparecen los enfrentamientos y el dolor. Dolor por imponernos un sesgo de fe o por sentir que les damos igual a quienes teóricamente son nuestros hermanos. 

jueves, 27 de abril de 2017

La soledad del creyente fiel. San Agustín

Sobre cada miembro del "resto fiel" pesa la soledad de verse rechazado o ser considerado como sospechoso por sus hermanos de fe. Cuando nuestra vida de fe no está basada en estrategias, ni se confía en las estructuras humanas, nos convertimos en sospechosos. Pero no veamos sólo el dolor que llevamos dentro, miremos en la oportunidad que nos ofrece el Señor. La soledad es una oportunidad de crecer en Esperanza y darse cuenta del maravilloso don que es la Comunión de los Santos. No estamos solos aunque nos obliguen a vivir la fe de forma silenciosa y guardar las distancias para no molestar. ¿Qué debemos temer? Tan sólo el tenemos que temer el miedo y la desesperanza. 

Guíame, Señor, en tu camino, y caminaré en tu Verdad. Cristo es tu camino, tu Verdad y tu Vida. Luego el cuerpo va hacia él, y el cuerpo viene de él. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Guíame, Señor, en tu Camino. ¿En qué Camino? Y caminaré en tu Verdad. Una cosa es guiar hacia el Camino, y otra guiar en el Camino. Ves a un hombre en total pobreza, que necesita urgente ayuda. Los que están fuera del Camino no son cristianos, o todavía no son católicos; que sean conducidos al Camino; pero tan pronto como fueren llevados a él, y se hayan hecho católicos en Cristo, sean guiados por él en ese mismo Camino, para que no caigan. Cierto que ya andan por el Camino. Guíame, Señor, en tu camino: ya estoy realmente en tu camino, guíame en él. Y andaré en tu verdad. Siendo tú quien me conduces, no erraré; si me abandonas, me equivocaré. Ruega, pues, para que no te abandone, sino que te guíe hasta el fin. ¿Cómo guía? Aconsejándote continuamente, dándote siempre la mano. Y el brazo del Señor ¿a quién ha sido revelado? Al darte a su Cristo, te da su mano; y al darte su mano te da a su Cristo. Guía hacia el camino llevando hacia su Cristo. Guía en el camino llevando en su Cristo, y Cristo es la verdad. Luego guíame, Señor, en tu camino, y andaré en tu verdad. En aquel, por cierto, que dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Si guías en el Camino y en la Verdad, ¿adónde llevarás, sino a la Vida? Luego en él guías hacia él. Guíame, Señor, en tu Camino, y andaré en tu Verdad. (San Agustín. Comentario al salmo 85, 15)

El desamparo y soledad del creyente fiel hace que nos adentremos en las periferias. Periferias eclesiales donde podremos vivir alejados del ruido que el mundo produce dentro de la Iglesia. Podremos concentrarnos en el silencio, donde se oye la voz de Dios. En el Silencio nos encontramos con Dios. El Silencio es la forma en que nos habla Dios. El Cardenal Sarah nos dice en su reciente libro, La fuerza del Silencio: «El primer lenguaje de Dios es el silencio», «Todo lo demás es una pobre traducción. Para entender este lenguaje, debemos aprender a ser silenciosos y a descansar en Dios». No cabe duda que Dios nos pide silencio y con ello nos somete a la gran prueba de hablar con nuestra vida en vez de con la boca y las acciones socio-culturales. La sabia prudencia anida en el silencio de quien dice todo, sin abrir su boca.

Una iglesia ruidosa evidencia que hay mucho vacío y en el vacío todo resuena y reverbera haciendo imposible comunicarse. El ruido es es utilizado por el maligno utiliza para desorientarnos y entretenernos con lo superficial. No lo decimos nosotros. Tal como dice Pablo VI, “algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar” y a “excavar abismos en vez de colmarlos”. Decía San Agustín que lo importante es que Cristo sea Quien nos conduzca. Si es así, no tenemos nada que temer.

 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia o persecución o hambre o desnudez o peligro o cuchillo? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo: Somos estimados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rm 8, 35-39)

Podemos fijarnos en las profecías y mensajes que hemos recibido de la Virgen y del Señor en los últimos siglos. En ellas, curiosamente, se señala el mal del activismo social-cultural y en cambio se pone primacía la piedad y los actos simbólicos. Hoy en día damos muy poco valor al simbolismo de nuestras acciones. ¿La razón? Asimilamos simbólico a falso o aparente, debido a que pensamos que cualquier acto que no sea físico y cuantizable, es falso, un simulacro. Pablo VI habla precisamente de esto y señala el problema del mal que ha inundado la Iglesia: “Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia”. Es cierto. La duda, la incertidumbre de lo simbólico ha entrado por medio del empirismo científico. La verdadera ciencia se basa fundamentalmente en modelos simbólicos que explican los fenómenos. Por lo tanto, lo que nos han vendido como ciencia no es tal, sino una pseudo ciencia qué sólo es un empirismo desnudo que nos deshumaniza.

Para colmo, la postmodernidad lo empeora todo, llevándonos a despreciar el entendimiento, la comprensión y la trascendencia. La postmodernidad señala que el entendimiento es falsedad, mientras que se eleva a certeza, la emotividad. Nos dice que somos lo que sentimos ser. Si objetamos con razones evidentes, nos encontramos como respuesta el emotivismo llevado a prueba absoluta del ser. Hoy en día hablar de lo que “yo siento” es dogma de fe personal. Contradecir lo que una persona“siente”, es un terrible pecado social contra la tolerancia. Si damos tanto valor a lo que sentimos, es fácil comprender que el sentimiento de pertenencia a un grupo social sea un objetivo primordial en nuestra vida. Actualmente las comunidades cristianas se cimientan en el emotivismo que genera un sentimiento de exclusividad ligado al segundo salvador de cada grupo. Si se te ocurre nombrar en una reunión a alguien que no sea el fundador del grupo/movimiento/sensibilidad, serás rápidamente llamado al orden. La pertenencia conlleva ajustarse del modelo del segundo salvador y dejar al verdadero Camino, que es Cristo, en segundo plano.

El humo del maligno nos ciega y nos impide ver más allá de la pertenencia social. La luz sólo parece llegar a través del segundo salvador, por lo que cualquiera de señale otro punto de referencia, es reprendido. 


jueves, 20 de abril de 2017

Buscar al mundo como solución cuando la Solución es Cristo. P. Steffano Gobbi

El P. Stefano Gobbi fue un sacerdote italiano que durante su vida recibió una gran cantidad de locuciones provenientes de la Virgen. No entro en la veracidad o no, de los mensajes recibidos por el P. Gobbi, ya que la Iglesia no se ha pronunciado a favor ni en contra de ellos. Es cierto que el P. Gobbi tuvo una cercana amistad con el Papa Juan Pablo II y que le tenía en gran estima. El Movimiento Sacerdotal Mariano, fundado por el P. Gobbi, tiene atractivos innegables, como su fidelidad a Cristo y la Virgen María. También dice mucho de este movimiento que no se haya convertido en un movimiento estructural dentro de la Iglesia. Esto propicia que sus integrantes estén menos “protegidos” y pongan la confianza principalmente en la Virgen y no en el poder de prelados presentes en la jerarquía.

Ahora, también es necesario indicar que es necesario ser crítico y discernir bien hasta donde los mensajes proféticos pueden degenerar en mileniarismo y con ello, en una espesa red que condiciona anímicamente la fe. La fe debe ser vivida con esperanza y sin estar esperando el final de los tiempos. Cristo fue especialmente claro en este punto, cuando fue preguntado por “la fecha” del final:

¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo? Tened cuidado de que nadie os engañe —les advirtió Jesús—. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos. Oiréis de guerras y de rumores de guerras, pero procurad no alarmaros. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. (Mt 24, 3-8)

Ante la insistencia de los Apóstoles, dejó muy claro que no les iba a revelar el día:

Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. La venida del Hijo del hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre. (Mt 24, 36-39)

Entonces, cuidado con las profecías que nos puedan llevar a desear el final de los tiempos. Cuidado si empezamos a hacer caso a más y más videntes que conjeturan, señalan o propician que creamos que saben cuándo sucederá el fin de los tiempos. Nadie lo sabe. Hay que vivir como si cada día fuera el último día, sabiendo que cada día más es un regalo del cielo y una oportunidad para ser fieles a Cristo. Dicho todo esto, me permito citar un pequeño trozo de una de las locuciones del P. Gobbi, ya que nos ayuda a adentrarnos en el momento que vivimos actualmente:

[Habla la Virgen] Mi Corazón Inmaculado está herido, al ver cómo alrededor Suyo, se difunden el vacío y la indiferencia; la rebelión por parte de algunos pobres hijos Míos, obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, y la oposición soberbia a su Magisterio. Por eso hoy Mi Iglesia es lacerada por una profunda división, es amenazada por la pérdida de la Verdadera Fe, es invadida por una infidelidad que se hace cada vez mayor. Cuando este Papa haya cumplido la misión que Jesús le ha encomendado y Yo baje del Cielo para acoger su sacrificio, todos seréis envueltos por una densa tiniebla de apostasía que entonces llegará a ser general. Permanecerá fiel solamente aquel pequeño resto que en estos años, acogiendo Mi invitación maternal, se ha dejado encerrar en el Refugio seguro de Mi Corazón Inmaculado. Y será este pequeño resto fiel, que Yo he preparado y formado, quien tendrá la misión de recibir a Cristo que volverá en gloria, iniciando así la nueva era que os espera”. (P. Stefano Gobbi. 13 de Mayo de 1991. Aniversario de la Primera Aparición de Fátima)

Dejemos a un lado las indicaciones temporales que contiene el mensaje que ha trascrito el P. Gobbi. Sólo Dios sabe el día y pretender poner fechas es, como poco, temerario. Fijémonos en la indicación que el P. Gobbi hace del resto fiel. Un resto pequeño, que concuerda con la indicación Joseph Ratzinger en el libro "Informe sobre la fe". La Virgen no se indica que el resto fiel deba hacer nada especial, ni dedicarse a luchar, ni intentar que el designio de Dios no se cumpla por medio de fuerzas humanas, estrategias, marketing o planificación empresarial. La Virgen pide fidelidad y oración para recibir a Cristo cuando retorne a la tierra. Esta "lucha", que no es una "lucha humana", se encuentra reflejada en el Apocalipsis (Revelación). Ahora podemos preguntarnos ¿Qué hacemos promocionando una iglesia activista tipo ONG, mientras que despreciamos la necesidad de oración y profunda confianza en Dios? ¿No estamos andando justo en sentido contrario a lo solicitado por el Señor y Nuestra Madre?

El “humo de satanás”, del que hablaba Pablo VI, tiene gran coincidencia con la “densa tiniebla de apostasía”, que el P. Gobbi reseña. El humo del maligno impide ver y envenena. Genera apostasía y tibieza en la fe. Nos hace creer que la solución es el mundo, cuando la única solución es Cristo. El humo maligno nos separa, nos divide, nos debilita. Asfixia la fe, que parece que pierde todo sentido trascendente. Nos lleva a preferir crear alianzas que cimienten el poder temporal y a despreciar la verdadera unidad interna de la Iglesia.

En este sentido es interesante hablar sobre la soledad del creyente fiel. Una soledad de la que tenemos que ser conscientes y aprender a vivir con ella. La trataremos en el siguiente artículo. 

jueves, 13 de abril de 2017

Una Iglesia pequeña, un resto fiel. Card. Ratzinger

Volvamos a un texto de una entrevista al entonces Teólogo Joseph Ratzinger (Informe sobre la fe, 1968), donde habla del futuro de la Iglesia, una Iglesia pequeña y desprovista de poder:

La Iglesia se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión.

La Iglesia es cada vez más pequeña e irrelevante dentro de los países occidentales. Sólo tiene alguna pujanza en África y en determinados países de Asia. En occidente la fe se ha diluido en la sociedad líquida, reduciéndose a grupos socio-culturales muy en línea con una fe ligera, adaptada y desacralizada. En resumen, caminamos hacia una iglesia católica que se siente muy cómoda dentro del mundo y que se centrará en ser una ONG con “valores”. Valores que incluyen la integración de, al menos, luteranos y anglicanos, para que la unidad aparente nos permita promocionar nuestras actividades solidarias. Esta iglesia postrada ante el mundo encaja con las profecías que la Virgen ha ido mostrando en muchos lugares del mundo.

Para muchos relevantes teólogos y prelados, las diferencias en la fe entre los cristianos han dejado de tener sentido. La sociedad líquida en que vivimos da importancia a la apariencia y desprecia lo sustancial. Desde lo más alto de la jerarquía católica se promueve el intercambio de celebraciones entre católicos, luteranos y anglicanos, indicando que esto es una riqueza. Riqueza aparente, que intenta tapar el vacío profundo que se va abriendo paso en el interior de la Iglesia Católica. Se van dando pasos hacia la intercomunión entre católicos, luteranos y anglicanos, ya que la fe se postula como algo personal que no debe llevar a alejarnos unos de otros. Aparentemente esto podría verse como un logro ecuménico, pero no lo es. Es tan sólo una rendición ante los templos vacíos y la ausencia de vocaciones sacerdotales y religiosas. El vacío se oculta mediante la unidad aparente.

Pero todo esto tiene consecuencias. El creyente vive tiempos de soledad. Las comunidades católicas se han ido convirtiendo en guetos o en páramos desiertos. Los nuevos movimientos ofrecen consistencia en la fe, pero la entienden como un factor pertenencia estricta y en línea con el fundador de la corriente eclesial. Por otra parte, las comunidades parroquiales son cada vez más un páramo volcado en actividades socio-culturales y solidarias. El Espíritu Santo parece que ha dejado de soplar en ellas debido a las incertidumbres provocadas por el enemigo y el humo maligno que nos nubla el corazón

Hay que ser conscientes que hay pocos sacerdotes y estos están dedicados a todo tipo de actividades periféricas. La fe se da por supuesta y se prefiere no entrar en ella para no generar roces que nos separen aún más. La consigna es callar sobre lo fundamental para poder colaborar en lo circunstancial. El modelo de iglesia plural es todo un éxito. Un éxito porque nos quita de encima la necesidad de vivir unidos por misma fe y cimentarla con oración y conocimiento. La pluralidad nos ofrece la oportunidad de proclamar que “aquí cabemos todos”, pero sólo entran los que acepten que este es el modelo. El que discrepe del modelo plural, se excluye/aleja porque genera tensiones y discordias. Se le llama fundamentalista o rigorista y se termina por considerar un corrupto que no merece ni la Gracia de Dios. 

La Iglesia está llamada a ser pequeña, un resto, una pequeña cantidad de creyentes que vivan su fe a partir la profunda fidelidad a Cristo, la Tradición y la Iglesia. Entiéndase como Iglesia a los convocados por Cristo que acuden al Banquete adecuadamente. Estos pequeños reductos de fe se irán concretando en cada sitio y lugar. Habrá personas unidas físicamente, porque puedan verse de vez en cuando. Las personas vivan lejos entre sí, tendrán que vivir su fe por medio de un vínculo virtual y la Comunión de los Santos. Con humildad y llenos de esperanza, encontrando en la Verdad el vínculo que nos una más allá de los kilómetros físicos que nos separen.

jueves, 6 de abril de 2017

El humo de satanás ha penetrado en la Iglesia. Pablo VI

Fue en la solemnidad de San Pedro y San Pablo de 1972, cuando Pablo VI pronunció una frase que, desde entonces, ha venido generando ecos en nuestro ánimo y entendimiento. Para entonces Pablo VI había pasado nueve años largos y complicados gobernando la Iglesia. Los dos primeros años inmerso en el Concilio Vaticano II y los siete restantes, apoyándose en el Concilio para conducir al Pueblo de Dios en un tiempo lleno de incertidumbres y optimismos poco racionales.  En ese tiempo se dió cuenta de que no se cumplían las expectativas optimistas del postconcilio. La sociedad se oponía al Concilio de recreándolo según un entendimiento ajeno al mismo. Aquella recreación se llamó el "espíritu del concilio". Un espíritu que no era de luz, sino de confusión y tinieblas. Pablo VI señaló al humo de satanás y a su penetración en la Iglesia por medio de "una grieta". Benedicto XVI intentó detener al espíritu del concilio con lo que llamó "hermenéutica de la continuidad". Como es lógico, esta hermenéutica fue rechazada e ignorada por la inmensa mayoría de prelados y sacerdotes. En la actualidad la propuesta de buscar la continuidad ha quedado olvidada y enterrada. Leamos las palabras de Pablo VI con tranquilidad, porque hablan de su vivencia directa como pastor universal:

Ciertas corrientes sociológicas de hoy tienden a estudiar a la humanidad, mientras que prescinden de ese contacto con Dios. Por el contrario, la sociología de San Pedro y la sociología de la Iglesia estudian a los hombres señalando precisamente este aspecto sagrado de la conversación con lo inefable – con Dios, con el mundo divino. Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en el primer profeta profano —que nos viene a hablar desde algún periódico o desde algún movimiento social— para seguirle y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida; y, por el contrario, no nos damos cuenta de que nosotros ya somos dueños y maestros de ella. Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia.

También en nosotros, los de la Iglesia, reina este estado de incertidumbre. Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe. Predicamos el ecumenismo y nos alejamos cada vez más de los otros. Procuramos excavar abismos en vez de colmarlos.

¿Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: él Demonio. Este misterioso ser que está en la propia carta de San Pedro —que estamos comentando— y al que se hace alusión tantas y cuantas veces en el Evangelio —en los labios de Cristo— vuelve la mención de este enemigo del hombre. Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera en el himno de júbilo por tener de nuevo plena conciencia de sí misma.

Las palabras de Pablo VI son  clarificadoras:
  1.  Habla de "un poder adverso”, “el demonio”, que ha entrado en la Iglesia por una “grieta”. Pablo VI señala con firmeza que “Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio”.
  2. La Iglesia vive en un “estado de incertidumbre” que se evidencia como “un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe”.
El optimismo del postconcilio no nos ha llevado a una situación mejor que la anterior. En muchos aspectos, estamos peor que antes. Tal como Pablo VI indica, el “ecumenismo” nos aleja en vez de acercarnos. Ninguna de las afirmaciones del Papa son para tomarlas a broma ni para olvidarlas en un cajón cerrado. La situación de la Iglesia no ha parado de degradarse desde entonces, lo que demuestra que el humo del enemigo se sigue extendiendo y provocando ceguera y desesperación. La pregunta que nos podemos hacer es precisamente ¿Qué hacer? Pero ¿Realmente se trata de hacer algo o más bien de vivir la Voluntad de Dios en toda su extensión?

Hay una esperanza que no podemos perder de vista, la promesa de Cristo: “Sobre esta roca edificare mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). En el Apocalipsis podemos ver el triunfo de Cristo sobre los poderes del mundo. Existen muchas profecías que hablan de lo mismo, entre ellas algunas muy actuales, como las de Fátima y La Sallete. Ante estas profecías de la Virgen, la Iglesia no ha hecho más que encogerse de hombros, como si las palabras de Nuestra Señora no tuvieran relevancia ni trascendencia en el día a día eclesial. En todo caso, se ven como curiosidades o excentricidades de los videntes.


En el siglo XX hemos tenido a santos maravillosos como el Santo Padre Pío. Santos que deberían servirnos de modelo para no desesperar. El Padre Pío conocía la deriva eclesial y estaba al tanto de los mensajes que la fue la Virgen fue dejando en diversos lugares. Mensajes que recibía gente sencilla y humilde, no grandes políticos o poderosos prelados. La Virgen no pide activismo ni cruzadas que destronen al príncipe del mundo sino oración y consagración. Destronar al príncipe del mundo es tarea de Cristo no de nosotros. La Virgen no se cansa de pedirnos oración y confianza, que se integran a la perfección en la consagración de cada uno de nosotros. Nos pide esperanza para cerrar todas aquellas fuentes de humo maligno que nos afligen desde hace décadas. Ahora sólo cabe una pregunta ¿A qué esperamos?

jueves, 30 de marzo de 2017

Una especie de Luz. San Agustín

¿Qué es lo que amo, cuando amo a Dios?

No una belleza corpórea, ni una armonía temporal, ni el brillo de la luz, tan apreciada por estos ojos míos; ni las dulces melodías y variaciones tonales del canto ni la fragancia de las flores, de los ungüentos y de los aromas, ni el maná ni la miel, ni los miembros atrayentes a los abrazos de la carne.

Nada de esto amo cuando amo a mi Dios.

Y, sin embargo, amo una especie de luz y una especie de voz, y una especie de olor, y una especie de comida, y una especie de abrazo cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, comida y abrazo de mi hombre interior. Aquí resplandece ante mi alma una luz que no está circunscrita por el espacio; resuena lo que no arrastra consigo el tiempo; exhala sus perfumes lo que no se lleva el viento; se saborea lo que la voracidad no desgasta; queda profundamente inserto lo que la saciedad no puede extirpar. (San Agustín, las Confesiones)

Amar a Dios es amar eso que está, pero no se ve con los ojos del cuerpo. Es amar eso que se siente más allá de los sentidos humanos. Es amar aquello que actúa en todos y todo, pero que estás más allá de la voluntad humana. Amar a Dios es amar el sentido, la Verdad, el Camino y la Vida. Amar a Dios es dejarse encontrar por el Señor en cada instante de nuestra vida. Amar a Dios es buscar las pisadas de Cristo, para que nuestro siguiente paso coincida justamente con su huella. Amar a Dios es olvidarnos de nosotros mismos, para donarse totalmente a Quien es sentido de todo nuestro ser. Amar a Dios es dejarse morir en Él y así vivir verdaderamente esta vida.

jueves, 23 de marzo de 2017

La señal de la cruz. Persignarse

Persignarse significa hacer el signo de la cruz sobre nosotros. Un signo debe tener significado para que el signo sea algo más que una apariencia o un acto casi mágico. Cuando nos persignamos estamos escribiendo la cruz en nosotros. La cruz que cada cual lleva consigo es el dolor humano que todos portamos a lo largo de nuestra vida. Dolor que puede ser profundo y lacerante, pero si lo unimos al dolor de Cristo en la Cruz, no debería hacernos sufrir. Él cargó con nuestras culpas y las ofreció para que vivamos en plenitud.

Cuando trazamos la cruz sobre nosotros, ofrecemos nuestra cruz a Cristo, uniéndonos en oración de ofrecimiento, por medio de la Comunión de los Santos. Nuestro dolor cobra sentido en Cristo, por eso no persignamos y al hacerlo, nos hacemos símbolos de Cristo sobre la tierra. 

Al trazar la cruz sobre mi, uno mi vida a la Cruz en la que la redención tuvo lugar, esperando que Cristo transforme la oscuridad y las sombras, en luz radiante. Al trazar la cruz sobre mi, uno mi vida a la Voluntad de Dios, para que no sea yo quien imponga mi voluntad. Al trazar la cruz sobre mi, me uno a Cristo en su pasión, esperando la resurrección prometida por el Señor.

jueves, 16 de marzo de 2017

Orar en todo momento. Que vuestra vida sea oración

Orar en todo momento es tanto como decir, que nuestra vida sea oración. Que todo instante que vivamos, todo latido del corazón, toda circunstancia, sea presentada ante Dios de forma humilde y esperanzada.

Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Lc 11, 9-10)

Orar es comunicarnos con Dios y esta comunicación puede ser mediante palabras, sentimiento y acciones. Todo lo que somos, debería se oración constante a Dios. Cada vez que actuamos con virtud, la caridad de nuestras acciones es oración a Dios. Cada vez que sintamos con esperanza, nuestro sentimiento es oración a Dios. Cada vez que haya Verdad en nuestra boca, estamos orando con fe a Dios. Nuestra vida, al completo, es una oración que busca llegar a Dios y unirnos a Él.

Aunque las distracciones sean muchas y nos golpeen constantemente la cara, Dios debería estar presente al menos en intención y confianza. Dentro, en nuestro corazón, en nuestro ser, en nuestro Templo Interior, oraremos ofreciendo cada instante al Señor, para que llene de su Espíritu todo lo que salga de nosotros y todo lo que quede dentro. Bien sabemos que el ser humano no ha sido creado para el Sábado, pero el Sábado ha sido creado para nosotros. El Sábado simboliza la consagración a Dios en cada instante. Por eso es importante que la oración sea mucho más que una salmodia repetitiva y superficial. Nuestro ser debe estar en cada palabra, sentimiento y acción que ofrezcamos a Dios.

Al levantarnos, ofrecer todo lo que va a acontecer en ese día y pedir por quienes ya no verán un nuevo día. Al comer, dar gracias a Dios por los alimentos y pedir por todos aquellos que les falta el alimento. Al saludar a toda persona, ofrecer ese momento a Dios para que se haga presente y nos transforme. La despedirnos, hacer que ese "adiós" sea realmente una plegaria al Señor y no una simple palabra que soltamos sin darnos cuenta. Cuando nos encontramos un problema, bendecir al Señor por darnos una oportunidad de transformar la realidad en su Reino. Cuando sentimos que se nos rechaza e insulta, ofrecer ese momento por todos los cristianos que son perseguidos y maltratados. Cuando nos acostemos, dar gracias a Dios por el día y ofrecerle nuestro sueño para que Él siga siendo nuestro dueño durante este tiempo reparador.

Orar sin parar y sin dejar de tener a Dios presente con nosotros.

jueves, 9 de marzo de 2017

Cristo es la única Estructura para el cristiano



Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. (Carta a Diogneto)


Los cristianos no somos de este mundo, no somos sociedad, aunque estemos inmensos en ella. No participamos de las estructuras del mundo, porque nuestra única estructura es Cristo. Formamos parte de la Iglesia, entendida como la unidad de aquellos que adoran a Dios en Espíritu y Verdad. Para nosotros la Tradición no cambia porque es Revelación de Dios, pero la Tradición se hace vida en nuestra vida en todo lo que hacemos. Cristo es la Piedra Angular que sostiene con su peso el arco de la Salvación. Esta Piedra es rechazada porque no se deja adaptar a las circunstancias y gustos.

Actualmente nos encontramos en medio de la lucha de dos extremos: uno que absolutiza las formas antiguas. Otro que relativiza todo y a todos, para generar formas más agradables y adaptadas al mundo. Ambos ponen el énfasis en las apariencias, las formas y se olvidan del Espíritu y de la Verdad. Ambos bandos buscan exterminar al contrario utilizando las más diversas estrategias. Ninguno es capaz de negarse a sí mismo, para dejar que sea Cristo el que prevalezca. Todos quieren poder, dominio y satisfacciones personales. La lucha del cristiano no contra otros hermanos, sino contra el afán de dominio que lleva imponernos estructuras eclesiales que no son Cristo.


Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. (Ef 6, 12)


Los cristianos estamos dispersos, no es fácil que no reunamos en un mismo momento y lugar, porque somos pocos. Somos el resto fiel que asiste al banquete al que fueron llamados muchos. Somos quienes asistimos al banquete revestidos de humildad y sencillez. Hoy en día es más fácil encontrarse gracias a los medios de comunicación que nos acercan, aunque estemos a miles de Km de distancia. Pero aún así, somos pocos, dispersos y en continua lucha. Lucha para permanecer fieles a Cristo, en medio de la guerra de apariencias que acontece alrededor de nosotros.

 ¿Qué puede hacer un cristiano en medio de la actual guerra eclesial? Orar en silencio y lleno de esperanza. Es triste ver cómo se caen las Torres de Babel que tanto esfuerzo ha costado construir. Es triste ver cuantos hermanos quedan destrozados espíritualmente por este derrumbe. Es triste ver que, mientras todo se derrumba, hay quienes intentar construir nuevas Torres de Babel con los restos caídos de las anteriores. No nos dejemos engañar, sólo Cristo es la Piedra Angular que sostiene el arco del Templo del corazón. El Templo donde la Estrella Interior brilla para guiarnos y dar luz a los demás.

Es importante orar con fe, esperanza y caridad. Encarnar en nosotros la Tradición para quienes no vean puedan darse cuenta que sólo Cristo tiene Palabras de Vida Eterna. Dejar que el Espíritu Santo nos transforme en símbolos vivos de Cristo, para que Él esté presente en medio de nosotros cada vez que nos reunamos en Su Nombre.

jueves, 2 de marzo de 2017

¿Cisma? ¿Qué Cisma? Una posible respuesta: "los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo" (y III)

Vivimos tiempos complicados y a la vez, muy interesantes y motivadores. Motivadores para ser verdaderos testigos del Evangelio. Ojo el Evangelio completo, no recortado. Momentos para ser testigos de la Fe Apostólica. Ojo de la Fe que procede de la Tradición Apostólica, no de los flujos de cada momento. La gran pregunta es ¿Cómo ser verdaderos testigos en pleno siglo XXI? Desde luego, ser testigos apologéticos de espada en mano no vale para nada. Hay tantos de tantas visiones, ideologías y tendencias, que serás uno más que da gritos en medio de una multitud a la que molestas y se alejan de ti. 

En este sentido, podemos buscar un modelo eclesial muy conocido y al mismo tiempo, necesitado de ser reinterpretado dentro de esta sociedad líquida: el eremitismo. Vivir en el mundo, como si no fuéramos del mundo. Incluyamos dentro del mundo las estructuras humanas de la Iglesia y los enfrentamientos internos que nos destrozan continuamente. Podemos encontrar un modelo de esta forma de vivir en la milagro de andar sobre las aguas. Si Cristo nos da la mano y confiamos en Él, caminaremos sobre la sociedad líquida que pugna por tragarnos y ahogarnos en ella. No dejamos de correr el peligro de volver a hundirnos, pero sabemos que Cristo nos ayudará a no hacerlo.

El eremitismo es un modo de vida nacido en Oriente en el siglo III. Se conocen los primeros eremitas o ermitaños en Egipto y Siria, pero el modelo fue exportado rápidamente a toda la cristiandad.

El eremita es un cristiano que ve imposible cumplir con una vida cristiana dentro de la sociedad que le rodea. Ser verdaderamente cristiano fue tan complicado en el siglo III como en la actualidad. Nada nos predispone o ayuda a ello. El eremita busca, con toda libertad, una vida contemplativa y penitente que ofrecer a Dios. Podemos ser eremitas en pleno siglo XXI y en medio de nuestra sociedad? No hay que olvidar la necesidad de ser testigos del Evangelio y para ello no es adecuado aislarse como se hacía en la antigüedad. Lo ideal sería conseguir ser una piedra incómoda en el zapato de la postmodernidad, sin que la liquidez social perturbara la paz interior que deseamos alcanzar

Podemos reflexionar sobre varios aspectos:

Aislamiento social: Se puede vivir más aislado dentro de una sociedad moderna, que en medio del Amazonas. Hay personas que viven terriblemente solas en medio de una ciudad de varios millones de congéneres.

Vida contemplativa: Se puede encontrar a Dios en todo lo que hacemos, incluso cuando escribimos en una computadora. Indudablemente hay actividades no recomendables para encontrar a Dios, porque nos predisponen al pecado, pero Dios está en todas partes y es posible contemplar su obra dentro de las ciudades que hemos creado.

Prácticas religiosas: ¿Se puede rezar el rosario en el metro? ¿Se puede dar gracias a Dios por el alimento en un pequeño restaurante? ¿Se puede asistir a la Liturgia con asiduidad en una ciudad? Esta última pregunta es la más complicada, porque puede ser que tengamos que desplazarnos muchos Km para encontrar una celebración digna y poder confesarnos con asiduidad. En todo caso, encontramos los mismos problemas que un ermitaño que viva en medio del desierto.

Como he comentado muchas veces, la carta a Diogneto nos da unas pautas muy claras para acercarnos a una vida cristiana dentro de la sociedad que vivimos. Si no la han leído, léanla con detenimiento porque merece la pena.


Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpoEl alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo.

El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.

¡Alabado sea el Señor! 





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jueves, 23 de febrero de 2017

¿Cisma? ¿Qué Cisma? Ejemplo real (II)

En una sociedad a la que todo le da igual, mientras la alimenten con pan y circo, las etiquetas son parte del show de los medios. Los medios son los motores del fluido social que nos rodea. Con el cisma, algunos medios de comunicación ganarán mucho dinero, lo que presenta una oportunidad que no dejarán pasar. Lo promocionarán o lo combatirán, según saquen más beneficios. Algunas personas también verán oportunidades en la tormenta mediática y utilizarán la situación para conseguir notoriedad social, relevancia, capacidad de influencia. Los apologetas ideológicos de uno y otro signo intentarán crear o profundizar en los prejuicios que más les convienen. Los fieles, que no estén desconectados ya, se cansarán pronto del circo y se alejarán un poco más de una Iglesia que se percibe como otra tribu urbana entre la infinidad de las que existen.
Sobre la liquidez eclesial podemos leer unas declaraciones de Mons. Coccopalmerio en la presentación de su libro sobre Amoris Laetitia. Habla sobre el acceso a la Eucaristía y a quienes debe estar vedado el sacramento. No tienen desperdicio:

Pero, ¿a quién no puede la Iglesia admitir de ninguna manera («sería una latente contradicción») conceder los sacramentos? Coccopalmerio responde: al fiel que, «sabiendo que está en pecado grave y pudiendo cambiar, no tuviere ninguna sincera intención para llevar a cabo tal propósito». Es lo que afirma «Amoris laetitia»: «Obviamente, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o predicar, y en ese sentido hay algo que lo separa de la comunidad. Necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión…».

En estas declaraciones podemos ver que:


La apariencia está sobre el ser. Lo que resulta importante es ostentar, evidenciar o intentar imponer a los demás algo que no se ajuste a lo que enseña la Iglesia. Si la Iglesia enseña cosas contradictorias, como de hecho lo hace según el documento al que nos refiramos, lo sustancial es “no intentar imponer” a los demás esa visión particular. Es decir, su cojo el Evangelio en el que se indica claramente que el adulterio es un pecado muy grave e intento que los demás comprendan que hay que atender a lo que dice Cristo, antes que lo que se interprete de documentos poco clarificadores, no debería comulgar. “Algo me separa de la comunidad” que acepta que los sacramentos son signos socio-culturales y desconoce toda sacralidad y trascendencia. Debo volver a escuchar el Evangelio, pero cuál evangelio y la invitación a la conversión, pero ¿A qué me tengo que convertir?

Sin duda algunos empezamos a pensarnos si es conveniente, o no, evidenciar una unidad que no es real y consistente. Si nos atrevemos a hacerlo público, dejaremos de tener el acceso a al Eucaristía, ya que hemos pecado de señalamiento del rey desnudo y dar razones de ello. Seríamos excomulgados aparentes, porque en esencia seguimos fieles a la Iglesia de Cristo. Por desgracia hay quienes insinúan que se nos puede considerar como "corruptos" o "corruptores" y aplicando el nuevo magisterio, dejaríamos de tener opciones de salvación. Estaríamos condenados directamente y sin posible remisión. Quien sabe a dónde nos llevará toda esta locura. Sólo Dios lo sabe y Él tenemos que orar con esperanza.

jueves, 16 de febrero de 2017

¿Cisma? ¿Qué Cisma? Planteamiento (I)

Cada día es más habitual escuchar a personas que hablan de cisma dentro de la Iglesia. Cisma (proveniente del griego schisma, separación, división) es la ruptura de la unidad y unión eclesiásticas. De hecho, desde hace décadas existen una inmensa cantidad de cismas dentro de la Iglesia, pero al no ser reconocidos como tales, quedan a nivel de cisma formal. Es decir, existe una ruptura que nos impide vivir unidos la misma fe y trabajar unidos.

Aunque la situación eclesial es muy preocupante, no creo en que lleguemos a un cisma real, porque a nadie le interesa generar una ruptura real y además, la estructura social/eclesial es muy diferente a la que existía hace siglos. Ya no tenemos una fe y una Iglesia sólida, coherente y consistente. La fe y la Iglesia actual es vivo reflejo de la sociedad en que nos movemos y a la que pertenecemos. Si nos damos cuenta, la Iglesia está compuesta por las mismas personas que vivimos en la sociedad actual. Vivimos en una sociedad líquida, por lo tanto la Iglesia se convierte en un apéndice socio/cultural de la misma sociedad.

¿Se puede romper un líquido? Evidentemente no es posible. En todo caso se puede separar, pero para ello hacen falta recipientes diferentes sin conexión alguna entre ellos. Nuestra sociedad, aparte de líquida, es global. Llega a todas partes e impregna la vida de todos los que estamos unidos por los medios de comunicación. Otra cosa es que un grupo de persona se separe totalmente de la sociedad y viva aislado de ella. Por ello no es sencillo generar un cisma en la sociedad en la que vivimos.

Antes, cuando un pastor se separaba de Roma, todos sus sacerdotes y fieles iban detrás, aunque no se hubieran enterado de nada. Cuando la sociedad y la Iglesia eran sólidas, se podían padecer rupturas y separaciones reales. Eso pasó con la Iglesia de Inglaterra cuando Enrique VIII se separó de Roma. El mismo hecho de que el rey asumiera la cabeza de la Iglesia inglesa, produjo un cisma.
Actualmente la sociedad y la Iglesia son líquidas y eso cambia muchas cosas. Plantear un cisma real puede quedar en una tremenda tormenta mediática y poco más. Si Roma ignora el planteamiento separador o dice que al como “¿quién soy para juzgar?”, encogiéndose de hombros, todo seguirá igual, como si nada hubiera pasado. De hecho es lo que viene pasando con frecuencia. Pensemos en el movimiento de curas austriacos y las consecuencias reales que ha tenido su rebeldía. Nada de nada. Seguramente me equivoque, pero soy muy escéptico con las consecuencias de un Cisma real, por muy consecuente y coherente que sea.

"Ser católico" ya no representa un entendimiento coherente y una fe sólida. La sociedad ya no comprende esos conceptos y categorías, porque su modelo es “fluir”, adaptarse. Se católico es una marca, una etiqueta que cualquiera se pone encima por estética socio/cultural. Es cierto que te puedes poner duro e indicar que la etiqueta no se ajusta a la realidad. Puedes llenar 20 libros de razones y hablar durante horas de ello ante los medios. En la postmodernidad las razones no tienen valor alguno. Lo que manda y ordena la sociedad es qué nos sentimos. Si te sientes árbol, todos aceptamos que eres un árbol. ¿Quiénes somos para juzgar? Eres árbol y punto. Te regaré mañana. Si pasas de dar razones a señalar incoherencias te rechazarán porque destrozas la panacea postmoderna. La panacea de la unidad del vacío, la armonía del silencio, la tolerancia de la lejanía mutua, la misericordia que es complicidad y la fe como herramienta social. Serás un rigorista, un “cara de pepinillo en vinagre”, una inadaptado socio/espiritual, un fariseo, pero nadie hará nada contra ti. En el fondo comprenden que te pones la etiqueta de “rigorista” y “disfrutas” haciendo evidente lo que sientes que eres. Eres molesto, pero se te tolerará. Perteneces a  tribu urbana peculiar dentro del fluido social donde nos movemos.


¿Eres cismático? Te preguntarán y como decía Jack Lemmon, en Con Faldas y a lo Loco, te responderán encogiéndose de hombros: "nadie es perfecto". Te insultarán por ser tan poco "tolerante, misericordioso y sociable" pero te dejarán vivir como quieras. ¿A quién le importa que unos u otros se pongan etiquetas entre sí o se pongan a sí mismos la que más les guste? Las etiquetas de "cismático" o la de "testigo del evangelio" o incluso la de "santo" han dejado de tener sentido. La postmodernidad hace que las etiquetas sean sólo apariencias emotivistas y socializadoras. Son formas de reconocerse y reconocer a los demás en un momento dado. Ya nadie desea etiquetarse para toda la vida, porque nos parece que perdemos libertad al hacerlo. 
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