domingo, 16 de noviembre de 2014


En los primeros siglos, el cristianismo se enfrentó a una prueba de fuego: el gnosticismo. Fue una mezcla de filosofía pagana y apariencias cristianas, que confundió a muchas personas. Una de las características del gnosticismo es la condenación de la materia como algo diabólico. Algunas corrientes afirmaban que era necesario el castigo y martirización del cuerpo para contribuir a la liberación del espíritu.
Si la corporeidad fuese algo maligno ¿Por qué habría sido creada por Dios? ¿Por qué Cristo, al resucitar, recobró el cuerpo y no se quedó únicamente como espíritu? San Justino (s.II) Nos habla sobre el tema.

¿No acusaríamos a Dios de crear el cuerpo inútilmente? Pero no, el Inmortal no es así; ¡aquel que por su naturaleza es el Espíritu del universo no podría ser tan insensato!...En verdad, Dios ha llamado al cuerpo a renacer y le ha prometido la vida eterna.

Porque donde se anuncia la buena noticia de la salvación del hombre, ésta se refiere también al cuerpo. En efecto ¿qué es el hombre sino un ser viviente dotado de inteligencia, compuesto de alma y cuerpo? ¿El alma, ella sola, es el hombre? No, es tan sólo el alma de un hombre. ¿Se llamará «hombre» al cuerpo? No, se dice que es el cuerpo de un hombre. Si pues, ninguno de estos dos elementos él solo no es el hombre, es a la unión de los dos al que se llama «hombre». Así pues, es a este hombre que Dios ha llamado a la vida y a la resurrección, y no tan solo a un parte del mismo sino al hombre entero, es decir al alma  al cuerpo. ¿No sería, pues, absurdo, siendo que existen los dos según y en la misma realidad, que uno se salve y el otro no? (San Justino. Tratado sobre la Resurrección, 8) 

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