domingo, 18 de marzo de 2012

No consideres sus méritos personales de los sacerdotes, sino su ministerio


 19 Antes se te ha advertido que no te limites a creer lo que ves, para que no seas tú también de éstos que dicen: «¿Éste es aquel gran misterio que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre? Veo la misma agua de siempre, ¿ésta es la que me ha de purificar, si es la misma en la que tantas veces me he sumergido sin haber quedado nunca puro?» De ahí has de deducir que el agua no purifica sin la acción del Espíritu.

24 Finalmente, aquel paralítico (el de la piscina Probática) esperaba un hombre que lo ayudase. ¿A qué hombre, sino al Señor Jesús nacido de una virgen, a cuya venida ya no era la sombra la que había de salvar a uno por uno, sino la realidad la que había de salvar a todos? Él era, pues, al que esperaban que bajase, acerca del cual dijo el Padre a Juan Bautista: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Y Juan dio testimonio de él, diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Y, si el Espíritu descendió como paloma, fue para que tú vieses y entendieses en aquella paloma que el justo Noé soltó desde el arca una imagen de esta paloma y reconocieses en ello una figura del sacramento.

27 En los sacerdotes, no consideres sus méritos personales, sino su ministerio. Y, si quieres atender a los méritos, considéralos como a Elías, considera también en ellos los méritos de Pedro y Pablo, que nos han confiado este misterio que ellos recibieron del Señor Jesús. Aquel fuego visible era enviado para que creyesen; en nosotros, que ya creemos, actúa un fuego invisible; para ellos, era una figura, para nosotros, una advertencia. Cree, pues, que está presente el Señor Jesús, cuando es invocado por la plegaria del sacerdote, ya que dijo: Donde dos o tres están reunidos, allí estoy yo también. Cuánto más se dignará estar presente donde está la Iglesia, donde se realizan los sagrados misterios. (San Ambrosio de Milán, Tratado de Misterios)

Hoy domingo celebramos en muchas diócesis el día del seminario. Otras lo celebran el lunes, día de San José.

En este texto de San Ambrosio de Milán se relacionan tres elementos muy importantes: la Fe, los sacramentos y el sacerdote. La Fe que nos permite ver una realidad cargada de signos y símbolos que nos hablan de Dios. La Fe nos permite reconocer la acción del Espíritu en los signos que realiza el sacerdote. Nos dice San Ambrosio no te limites a creer lo que ves. Es decir, no nos quedemos con las apariencias físicas.

 ¿Qué sucede cuando nuestro entendimiento queda atrapado por la realidad física que aparece delante de nosotros? Quedamos atrapados por lo que mide, se pesa y se compra.  No somos capaces de entender la Verdad que oculta la realidad aparente. Entonces vemos al sacerdote como un animador comunitario que “representa” una especie de función para congregarnos cada domingo. ¿Para qué necesitamos sacerdotes entonces? Evidentemente, si lo que vemos en un animador y un actor, el sacerdocio no es necesario.

Pero el sacerdote es un vehiculo especial, a través del cual se manifiesta el Señor. Por eso los sacramentos están ligados a la presencia y acción Litúrgica y el oficio del sacerdote. ¿Puede haber sacramentos sin sacerdote? No sin que estos pierdan el sentido de comunicadores de la Gracia de Dios. Evidentemente, los bautizados podemos excepcionalmente bautizar y en el matrimonio los ministros son los contrayentes, pero el sacerdote actúa como testigo y oficiante de la ceremonia. El sacerdote no deja de ser esencial en la vida sacramental de toda comunidad. Las comunidades que no tienen sacerdotes, pierden el vínculo sacramental con Dios.

Pero ¿Es tan necesario el sacerdote? No es raro que nos encontremos con quejas sobre tal o cual sacerdote. Quizás deberíamos ser conscientes que los sacerdotes son tan humanos como nosotros. Tal capaces de meter la pata como usted y yo. San Ambrosio no da la clave: En los sacerdotes, no consideres sus méritos personales, sino su ministerio. Los méritos son maravillosos, pero aún es más maravilloso el ministerio que realizan todos los días de su vida. Una vida llena en que la vocación se convierte en lo primordial.

Nos dice San Ambrosio: Cree, pues, que está presente el Señor Jesús, cuando es invocado por la plegaria del sacerdote, ya que dijo: Donde dos o tres están reunidos, allí estoy yo también. ¿No es maravilloso? Es maravilloso cuando la Fe nos permite ver más allá de lo físico y nos acercamos a los sacramentos preparados y conscientes de lo que hacemos.

Antiguamente era más sencillo aceptar la presencia de Dios en nuestra vida y en la Liturgia. Aquel fuego visible era enviado para que creyesen; en nosotros, que ya creemos, actúa un fuego invisible; para ellos, era una figura, para nosotros, una advertencia. ¿Una advertencia? Sí, pero esta advertencia no es un chantaje, sino una evidencia que nace en nuestro corazón y nosotros advertimos en nuestra vida.

Al recibir un sacramento debería pensar como nos indica San Ambrosio:  si el Espíritu descendió como paloma, fue para que tú vieses y entendieses en aquella paloma que el justo Noé soltó desde el arca una imagen de esta paloma y reconocieses en ello una figura del sacramento. ¿Seremos capaces de advertir en la figura del sacerdote esa un signo de la presencia de Dios entre nosotros?

En la medida que seamos conscientes de ese signo, las vocaciones crecerán y el rebaño tendrá pastores que le guíen. Dios lo quiera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucha razón en esa comprensión de la necesidad y contenido, de la Misión y realidad del Ministerio Sacerdotal. Recuerdo una reunión en una parroquia cercana, cuando una feligresa comunicó que no iba a Misa de 11 porque la daba un pobre sacerdote -que ya nos dejó,pasando a mejor vida, misionero de África, enfermo de cáncer y con tratamiento agresivo de quimioterápia-. A lo cual, intenté ser caritaiva y educada, pero le contesté que íbamos a encontrarnos con JESÚS en la Eucaristía, no a ver a l sacerdote de turno. Todos ellos tienen un carisma diferente y es normal que algunos nos gusten o nos inspiren más que otros, en la forma de hacer la Misa, en las homilías... Pero de eso a dejar de ir a Misa... Tela! Es curioso... muchas personas de ambiente de parroquia vivrn la Liturgia tan formalmente, que solo van en busca de sensaciones gratificantes -que no son ni mucho menos de Jesús- y otras que ni eso...como puro ritual formal. Bueno... cada uno según su conciencia... pero es una pena.

Hoy, dia de San José y d elos Seminaristas y Sacerdotes...recemos para que Dios nos vaya enviando nueva savia... tan necesitada que está la Iglesia de continuidad.

Y clarto, todos somos imperfectos... Me hace gracia cuando alguien hecha exproperios de ella o de ellos...! digo gracia por no decir pena... JESÚS está ah, nos espera en los Sacramentos y la Eucaristía...y sin los sacerdotes no tendríamos acceso a toda la Gracia que se vierte en nosotros a través de todo ello, ara ser mejores personas, Hijos de Dios, Seguidores de Jesús y recipientes limpios para el Espíritu Santo. Jolín... hoy me he alargado! Venga, Un abrazo en El Señor y propício dia de San José... justo y bueno...!

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