martes, 19 de octubre de 2010

Ubicumque et Samper

Leyendo el Motu Proprio “Ubicumque et Samper”  he encontrado este interesante párrafo:

Y si por un lado la humanidad ha conocido innegables beneficios de estas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de la esperanza que lleva (cfr 1Pe 3,15), por el otro se ha verificado una preocupante pérdida del sentido de lo sagrado, llegando incluso a poner en cuestión esos fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador, y la común comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el nacer, el morir, el vivir en una familia, la referencia a una ley moral natural.” (Benedicto XVI)

El sentido de lo sagrado no es más que el sentido del misterio que nos une y comunica con Dios. Perder el sentido de lo sagrado no es algo insustancial, ya que al perder el vínculo, colocamos a Dios a la distancia suficiente para que no nos sea posible acceder a El. De hecho, la sociedad actual padece este alejamiento de Dios.. y lo evidencia, buscando sustitutos adaptados a sus necesidades.

El ser humano post-moderno se estima capaz de vivir sin Dios... porque Dios le estorba. Por eso postula que Dios está demasiado lejos para tenerle en cuenta. Esta lejanía afecta a la sociedad en general y a la Iglesia en particular. Las comunidades cristianas han visto alejarse a Dios de su templo y de su Liturgia. La vida profana no deja sitio para Dios y si tampoco lo encontramos en lo sagrado... aparece el vacío. Este vacío se ha intentado sustituir mirando a la comunidad como el centro de la vida cristiana. ¿Cómo se evidencia este cambio? Entrar en un templo ya no produce reverencia ni nos conmina al silencio y veneración. La inexistencia de cambio entre la realidad externa  e interna se hace más evidente en los nuevos y ásperos templos modernos. Basta "vivir" la animada tertulia que precede a los cultos,....  para intuir qué sentido tiene lo sagrado hoy en día.

Hay quien justifica este alejamiento de Dios en base a las apariencias y las ignorancias. Si nos quedamos en las apariencias y preguntamos a éstas sobre su razón de ser... lo que encontramos es ignorancia. Es decir, si preguntamos a una persona porqué se callaba al entrar en el templo... seguramente diría que era por temor a que le mandarán callar otras personas o porque tenía miedo de Dios. Miedo que no debemos confundir con temor. El primero nace de la ignorancia y el segundo de la sabiduría, ya que es don del Espíritu.

En base a comportamientos y costumbres irracionales... podemos deducir que todo era ignorancia y decidir que, ante el vacío de Dios, mejor llenamos el templo del mundo... así no se notará el vacío creado y nos sentiremos más cercanos unos a otros. Jugada perfecta.... y tan perfecta... para el enemigo.

Con la Liturgia ha sucedido lo mismo. Los fieles la siguen sin conocer la razón de cada plegaria, signo y momento, por lo que la entienden como algo ajeno a ellos mismos. Es evidente que para muchas personas la Liturgia es una cáscara vacía ... pero también es cierto que desalojando a Dios de ella para dejar entrar al mundo, perdemos más que ganamos.

Ciertamente necesitamos re-evangelizarnos... que no es más que re-descubrir que Dios está a nuestro lado y que podemos acercarnos a El por medio de la sacralidad.

--oOo--

Señor gracias por no alejarte realmente de nosotros
¿Quién más tiene palabras de vida eterna?
¿Quién más da sentido a todo lo que existe?
Danos capacidad de transformar la sociedad para acercarla a Ti.
Amén

4 comentarios:

Mitte dijo...

Querido Miserere.

Creo que una de las cosas (obviamente, ni mucho menos la única) que ha alejado al pueblo llano de lo sagrado en las últimas décadas (¿o centurias?) ha sido el ser tratado como a niño al que se alecciona para que repita la doctrina correcta y se porte bien, en lugar de como a adulto destinado a encontrarse personalmente con Dios.

Que se ha primado el control y la uniformización sobre la conversión.

Es decir, otro signo de falta de confianza en el Espíritu de Dios.

Y en ese sentido, la revisión del CVII se quedó muy corta porque, en su puesta en práctica, no supo ir a las raíces de este vértigo - no era fácil -, sino que acabó siendo como dejar jugar a los niños con la ropa de los adultos.

Así, para volver a Dios en la Iglesia, y para volver a abrirse a la Gracia que llueve dentro de ella, a menudo hay que pasar sobre el desencanto, el enfado y el desánimo.

¿Qué podría impulsarnos a volver a comer el alimento que nos provocó dolor de estómago?

Pero el Espíritu de Dios sigue actuando.

PD.- Y por cierto, creo que Benedicto XVI, en este aspecto, es especialmente una bendición para todos nosotros.

Miserere mei Domine dijo...

Estupenda reflexión Mitte :)

El CVII fue un hito importantísimo en muchos aspectos. Permitió que se evangelizara a otras culturas, inculturando el cristianismo. Abrió a los laicos la posibilidad de actuar dentro de la Iglesia con total respaldo. Entre otras muchas cosas.

El problema es llendo por agua, trajimos leche. Inculturizar no significa desculturizar, así como acercar no es olvidar.

Nos toca reflexionar mucho y tener una inmensa caridad en el proceso. No se trata de caer en el error de cambiarlo todo en dos meses... ya que hemos visto que eso trae confusión y aumenta la ignorancia.

Se trata de re-evangelizar y enseñar de nuevo qué sentido tiene lo sagrado dentro de nuestra vida cristiana. Benedicto XVI está siendo una fuente de agua viva.

Gracias por compartir tu impresiones. Un abrazo :)

Mitte dijo...

Estoy de acuerdo.

De hecho, frente a toda la prevención "anti Concilio Vaticano II" que he visto correr por ahí, yo siempre he abrigado un sentimiento de alegría y esperanza por ese concilio. Precisamente por eso, me he preguntado muchas veces qué ha ocurrido para que entre nosotros haya habido tan poca renovación espiritual, o quizá no sea exactamente "tan poca", sino con unas raíces tan difusas y una fuerza tan discutible.

Dudo mucho que sea consecuencia del espíritu del CVII y me inclino más a sospechar de otras circunstancias que, precisamente por su naturaleza, era difícil que fueran atendidas.

Si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará?

Y ¿qué es lo que puede hacer que la sal se vuelva sosa?

Imagina que le dijéramos a la sal: "Tu obligación es ser salada y no sosa" Por mucho que estuviera de acuerdo con nuestro comentario ¿Crees que eso tendría algún efecto sobre su sabor?

He escuchado muchas críticas, desde unos y otros sectores del cristianismo, y desde fuera del ámbito cristiano, contra el modo en el que muchos cristianos, "carcas", "progres", laicos, religiosos o seglares, han perdido su sabor. En general, con la superficialidad que se favorece por criticar desde enfrente en lugar de desde dentro (incluso aunque nos estemos criticando a nosotros mismos), y la mayoría sin comprensión ni corazón. En definitiva, tan útiles como ir a decirle a la sal que haga el favor de ser salada, que es su obligación.

Sigue llamándome la atención cómo nuestros intentos de ser mejores personas desembocan frecuentemente en tener el corazón más duro. Es una alquimia misteriosa.

Un abrazo.

Miserere mei Domine dijo...

Cierto Mitte.

Tal como Benedicto XVI ha indicado ya muchísimas veces... en torno al CVII se ha creado una ruptura. Una ruptura que nos aisla unos de otros. Los que se quedan en el preconcilio, los que se quedan en el postconcilio y la mayoría... que miramos atónitos como se dan tortas unos a otros y como unos y otros nos marcan la línea de pertenencia sus iglesias particulares.

También concuerdo en que el concilio no fue la causa de la crisis posterior... la causa viene de mucho antes. Tras el concilio, la crisis se hace evidente y la evidencia produce un efecto en cadena que destruye todo lo que era frágil. En eso ya hemos avanzado... se ha purgado mucho de lo accesorio. Pero con lo accesorio, también se destruyo mucho de lo esencial, que ahora debemos de re-descubrir.

Y en el interín... como acertadamente indicas... terminamos con el corazón más duro que antes.

Un gran abrazo :)

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