domingo, 27 de septiembre de 2009

¿Dónde está Dios?

Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová: mas Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto: mas Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego: mas Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silvo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se paró á la puerta de la cueva. Y he aquí llegó una voz á él, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? (1Reyes 19, 11-13)

Dios no está en el viento tempestuoso, ni en el terremoto devastador, ni en el fuego abrasador. Dios está en la calma. Está detrás de lo aparente y evidente. Su Ser sostiene el universo, pero no utiliza la realidad para imponer su presencia. Somos nosotros quienes debemos encontrarlo donde no se le ve ni se le oye. Donde no se le siente ni se le espera.

¿Dónde está Dios?.. es evidente… entre nosotros cada vez que nos reunimos en Su nombre. (Mt 18,20)

sábado, 19 de septiembre de 2009

¿Cuando funciona la eucaristía?

Podríamos preguntarnos por la “utilidad” de los sacramentos. Muchas personas lo hacen. Viendo nuestro entorno cotidiano, los sacramentos parecen mostrarse pragmáticamente inútiles… parece normal que nos planteemos si estos deberían dejar paso a otros niveles vivenciales cristianos.

Si pensamos que la evangelización es el grado supremo de ser cristiano y además… no terminamos de relacionar la capacidad evangelizadora con la gracia conferida por los sacramentos, el asunto queda claro. Recibir un sacramento no tiene consecuencias mágicas sobre las personas que lo reciben… evangelizar sí tiene consecuencias evidentes.

Pero esta línea de pensamiento tiene unos cuantos puntos débiles.

Para adentrarnos en el asunto es necesario tener claro que el sacramento actúa como nexo de unión entre Dios y nosotros. Los sacramentos nos comunican la gracia que nos permite ir hacia delante cumpliendo con el plan de Dios. Entre otras cosas, la gracia recibida es la que nos permite evangelizar, conformar comunidad, hacernos presentes en la sociedad y vivir una vida en sintonía con Dios a todos los niveles.

Igual que Cristo utilizaba parábolas para hacer comprender cómo actúa Dios en el mundo, es posible utilizar paradigmas que nos permiten entender mejor el funcionamiento de esta comunicación entre Dios y nosotros.

Desde una perspectiva analógica, el sistema Dios-sacramento-hombre funciona como el principio físico de inducción electromagnética resonante. Dicho en palabras sencillas… funciona como una radio. Dios es la emisora, el medio electromagnético de transmisión actúa como el sacramento. El ser humano se asemeja al receptor de radio. Dios transmite tanto el Mensaje como la inmensidad del paradigma implícito ... que conforma el Misterio.

Para que la transmisión pueda ser oída en el receptor es necesario, evidentemente, que este receptor esté dentro del radio de acción de la emisora y además esté sintonizado convenientemente a la frecuencia de transmisión. Pero eso no es todo. La calidad del sonido que escuchemos será proporcional a la calidad del receptor. Un receptor deficiente, lejos de la emisora y mal sintonizado,… no podrá recibir la emisora ni producir un sonido inteligible.

¿Cuándo funciona la eucaristía u otro sacramento? Cuando nosotros, sus receptores, estemos cerca de Dios, en sintonía con El y tengamos la calidad personal suficiente para servir de fieles difusores-ejecutores de su plan. Entonces el sistema funcionará perfectamente. Si alguno de los elementos antes enumerados falla… iremos perdiendo capacidad de recibir lo que Dios nos comunica y también nuestra capacidad de transmitirlo a los demás.

Estas razones son las que hacen que las personas duden de la eficacia de los sacramentos, los releguen a segundo plano o incluso duden de la existencia de Dios. Los sacramentos no son actos mágicos que cambian la naturaleza de la persona por si mismos.

Además de los sacramentos, no debemos olvidar que Dios se nos manifiesta por otros medios, como son las sagradas escrituras, la oración y la contemplación de toda la creación en su conjunto. Es posible escarbar en la comprensión de Dios por medio de analogías y paradigmas, debido a que Dios se ha manifestado en todo lo que existe. A nosotros nos toca contemplar, estudiar, comprender e intuir las analogías que nos permiten acercarnos a El.

Esto que comento, no es más que exponer la doctrina que tiene al Iglesia sobre los sacramentos de manera peculiar. La iglesia reconoce que la gracia no actúa o actúa incompletamente, si existen impedimentos u obstáculos que “bloquean” la actuación de la gracia santificante o actual. La ausencia de Fe en el propio sacramento o en Dios, son los obstáculos más extendidos.

También nos enseña la Iglesia que los sacramentos que no han sido recibidos de manera adecuada, pueden revivirse cuando se dan las condiciones necesarias para que la gracia pueda actuar. Pero si no se dan las condiciones… el sacramento es ineficaz. Como seres libres, es nuestra voluntad la que nos acerca o aleja de Dios.

Desde mi punto de vista los sacramentos no se sobrevaloran actualmente en la iglesia… todo lo contrario, se minusvaloran, se relegan a actos mecánicos o puramente culturales. Se administran sin procurar esa sintonía, cercanía y calidad personal necesaria para que sus efectos sean los esperados. Falta formación y predisposición.

Solo tenemos que escudriñar mínimanente en la vida de Santos, como San Pío de Pietrelcina, San Agustín, Santa Catalina Labouré, Santa Catalina de Siena, San Juan Bosco, etc, para darnos cuenta del factor crucial que los sacramentos tuvieron sobre su vida y santidad... y en su capacidad evangelizadora.

También es necesario reseñar que, además de todo lo expuesto, hace falta un lugar donde la semilla recibida en el sacramento se desarrolle en todo su esplendor: una comunidad viva, capacitada para comprender la revelación y comprometida.

Me pregunto cómo puede evangelizar una persona que no esté en mínima sintonía con Dios y la Iglesia. He oído de catequistas comprometidos que ofrecían a sus catecúmenos enseñanzas personales con errores considerables, tanto de concepto como de actitud personal. Nadie se metía con ellos y por lo tanto seguían haciendo su labor de destrucción con todos los parabienes.

Después nos preguntamos la razón de tanto alejamiento de la juventud, que en parte se debe a que no han encontrado quienes les formen y les den el ejemplo correcto.

Precisamente lo importante es la persona,… por lo que es necesario conocimiento para vivir una vida sacramental completa. Los ritos y la formas que acompañan a los sacramentos están allí para ayudar a quienes se acercan a recibirlos a hacerlo en mejor predisposición espiritual. Dicho esto, también es necesario indicar que es evidente que si nos quedamos en la ritualidad sacramental rutinaria estamos profanando la sacralidad donada por Dios.

Pd. Gracias al estupendo blog: Una Iglesia provocativa y a su alma mater, Tote, por darme pié a esta larga reflexión.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Vivificar con nuestra Fe el mundo en el que vivimos

Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suene de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad.

En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, del que no les es lícito desertar. Fragmento de la Carta a Diogneto, anónima S II

Cuando nos enfrentamos a un mundo tan aspero y complicado, es normal que nos sintamos perdidos y desorientados. Pero ha sido así desde los primeros días del cristianismo y lo seguirá siendo. Para darnos cuenta de ello, no viene mal releer la carta a Diogneto de vez en cuando.

jueves, 3 de septiembre de 2009

La copa se rompió...

Cuando la copa se rompe, el vino se pierde. Al cogerla, podemos cortarnos y el vino residual quedará lleno de pequeños y peligrosos cristales. No tenemos copa, ni vino… pero aun así algunos gritarán alegremente ¡Somos libres!

Nos dicen que el mundo se mueve y que no hay nada estable donde agarrarse o apoyarse. La religión pierde su significado, ya que no existe ese "absoluto" que llamamos Dios y por lo tanto no hay modo de unirnos a Él. El culto se vuelve un trámite ininteligible y las razones de congregarse son principalmente sociales.

En el mejor caso, creer en Dios se considera como un recurso psicológico de personas débiles. Lo que se promueve es un dios personal. Un dios que se adapta a las necesidades según convenga a cada uno. Dios se interpreta como relativo y subjetivo, ya que depende de cada persona.

Si Dios no existe, el arte deja de considerarse su reflejo y la estética pasa a campar a sus anchas sin limitaciones. La obra de arte no tiene razón de significar nada… con que sea innovadora y rompa con la moda estética previa, es suficiente. Los significados se trastocan a nuestro antojo, con lo cual, no somos capaces de comunicar el orden y la belleza a los demás. Sin comunicación, nos perdemos los unos a los otros. 

Nos dicen que la ciencia tiene como objetivo enseñarnos que nada es estable. Incluso ella misma se la considera relativa e interpretable según quien la utilice. Las dimensiones y el tiempo también se nos ofrecen como relativos. No existe marco de referencia estable a partir del cual definir, comparar y deducir de forma concluyente nada. Todo se separa, se cuantiza y se analiza rompiéndolo que múltiples partes, que, a su vez, se analizan rompiéndose de nuevo. Todo carece de significado por sí mismo.

Si Dios, arte y universo dejan de tener significado. Nosotros mismos dejamos de tener sentido, objetivo y trascendente. Se dicen que el ser humano se tiene a sí mismo como origen y destino. Por ello, somos dueños de todo, lo tenemos todo en nuestras manos. Somos inmensamente ricos y poderosos, ya que podemos definir y entender todo como queramos. Por fin hemos roto la copa y el vino se ha desparramado en el suelo. Nos dicen que por todo esto, por fin somos libres.

Pero esto no es un mal contemporáneo, es parte de nuestra esencia humana. Conforma lo que se denomina pecado original: querer ser como Dios para dejar de necesitarlo. En todo tiempo se ha dado este sinsentido vital y se seguirá dando en el futuro. Es cierto que hubo épocas donde era más evidente y otras donde lo fue menos. En este momento me acuerdo del joven rico que se acercó a Jesús y le pidió seguirle, pero no fue capaz de dejar atrás su riqueza.

"Y Jesús le dijo cuando le vio triste: "¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen dinero! Porque más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Y dijeron los que le oían: "¿Pues quién puede salvarse?" Les dijo: "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios". Y dijo Pedro: "Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido". Él les dijo: "En verdad os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna". (Lc 18, 24-30)

Comenta San Agustín:

"Llama rico al que ambiciona las cosas temporales y se enorgullece de ellas. Los pobres de espíritu, de quien es el Reino de los Cielos, son contrarios a esta riqueza. En sentido espiritual es más fácil que Jesucristo padezca por los amantes del siglo, que éstos puedan convertirse a Jesucristo. Da a entenderse a sí mismo con el nombre de camello, porque espontáneamente sostuvo humillado la carga de nuestra debilidad. La aguja significa las punzadas. Por las punzadas debe entenderse los dolores que sufrió en su pasión, y la angustia de ella (está simbolizada) por el ojo de la aguja." (San Agustín, De quaest. Evang. 2,47.)

Solo quien elige no darse sentido personal a sí mismo, puede ver en él la imagen y semejanza original. Esta imagen y semejanza nos permite encontrar a Dios. Sólo quien encuentra a Dios y no lo olvida ni por un instante, encuentra el sentido de su vida y de todo el universo.

Por eso, desde que el mundo es mundo, la Perla preciosa y el Tesoro escondido (Mt 13, 44-46), están disponibles para que quien los descubra pueda vender todo lo que tiene y pueda comprarlos. Por desgracia, aunque la Perla esté expuesta a la vista de todos, hay que reconocerla como tal y, además, sólo quien esté dispuesto a dejar todo, puede acceder a ella. El velo del templo se rasgó (Mt 27,51), pero, aun así, es necesario saber dónde está el templo, entrar y comprenderlo, para poder disfrutar de la sacralidad contenida en él.

Pero seamos realistas, pocos encuentran la Perla, de estos, menos aún deciden entregar su soberbia para comprarla. Las diez vírgenes (Mt 25,1-13) están dispuestas a encontrarse con el novio, pero necesitan de luz para verlo y que él las reconozca. Cinco se prepararon convenientemente, pero las otras cinco no trajeron aceite suficiente. Las cinco necias llegaron sin aceite y tarde. El novio no les abrió la puerta ya que no las reconoció.

Se suele tachar de elitista y segregadora la frase evangélica “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mt 22, 14), pero nada más lejos de la realidad. Cuando se lee la parábola de los invitados a las bodas (Mt 22,1-14), vemos que no se trata de una decisión caprichosa de Dios. Dios no dice tu si y tu no. Nosotros somos quienes decidimos ir al banquete o no. Nosotros aceptamos o rechazamos la Perla, el Tesoro o la cena nupcial ofrecida por el Novio.

¿Y los elegidos? ¿Qué podemos decir de ellos? Serán semilla de mostaza (Mt. 13,31-32), que al morir dará lugar un gran árbol. Serán levadura (Mt. 13,33-35) que deberá gastarse para hacer fermentar el pan. Justo todo lo contrario de lo que la sociedad pregona como ideales.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Yo les aseguro que, si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre(Jn 12, 24-26)

Por lo tanto, Cristo nos invita a gastarnos solos y sin reconocimiento público. Dios nos dará, tras completar la misión, lo que merecemos. No lo que creemos merecer o lo que esperamos obtener. Los obreros de la hora undécima lo atestiguan (20, 1-16). Sólo obtenemos lo que merecemos. Esto no es injusto. Forma parte del trato de la compra de la Perla, hay que vender todo para comprarla. No queda nada para uno mismo.


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